Hola abuelo
Soy tu nieto Juan Carlos, tengo tantas cosas que decirte en esta carta, que me va ser difícil trasladarte estos 80 años que han pasado ya de que nos arrebatasen tu cariño, tus caricias y seguros consejos. Aprovecharé esta oportunidad que me brindan para en estas líneas hacerte llegar una visión general de estos años pasados, en los que siempre te hemos tenido presente, tu hija y nietos y que nunca dejamos de pensar en ti.
Tu hija, tu niña, aquella a la que apenas pudiste abrazar, a la que le escribiste tu última carta, goza en la actualidad de buena salud, cumplirá 81 este agosto. La vida no le fue sencilla, ser hija de un republicano, condenado y fusilado, son un estigma que tuvo que llevar durante demasiados años. Nada más cumplir los 2 años, la represión que por más que quieran ocultarlo o taparlo, fue su modo de operar durante toda la dictadura de aquellos que nos privaron de tu cariño.
Por motivos de esa persecución política que se ejerció, tuvieron que marchar al pueblo, aquel en el que tu suegro Julián nació, ¿recuerdas?, se llama Huermeces del Cerro, allí subsistieron y pudieron trabajar, algunos familiares les ayudaron durante los primeros años. El hambre hacía estragos en nuestro país y también en un pequeño pueblo de la Alta Alcarria, eran épocas muy duras y los tres, tu esposa Flora y tu hija Mercedes junto con tu suegro abrieron una casa cerrada durante décadas, Julián se colocó de pastor de cabras, él que fue un hombre formado y de orden, la abuela, es decir, tú esposa, decía:
“el día que vi tocar el cuerno a mi padre, se me partió el corazón”. Tras 12 años de viudedad, Flora se volvió a casar a sus 34 años con un primo hermano, el cual le trató muy bien y le dio estabilidad a su situación. A los 14 años tú hija y se puso a servir en la capital, la cual conocía muy bien por las largas épocas que pasaba con tus padres.
Pasados los años se casó con mi padre, que también se llamó Julián, tuvieron dos hijos, Luis Mariano y yo, Juan Carlos. Pero la vida aún le guardaba más infortunios a tu niña, su primera hija, fallecería a los pocos meses, y tras una enfermedad de varios años mi padre falleció y por tanto ella se quedó viuda a los 43 años. Ahora por fin vive tranquila y feliz con sus nietos e hijos.
Hace años empezamos a indagar sobre tu fusilamiento, la abuela nunca quiso contar nada, quizás el miedo la obligó a callar. Descubrimos a un grupo de personas que como nosotros estaban intentando que no se os olvidara, que hubiera un reconocimiento, una memoria. Son ellos y nosotros, los que hemos luchado para alzar ahora este monumento donde tú nombre y el de tus compañeros que perdurarán por siempre, desde hace años el día 14 de abril nos reunimos para desmostar al mundo que no os olvidamos.
Un beso de todos, ese que nunca te pudimos dar, es el regalo que acompaña esta carta.
PD: "Papa, siempre te quise y nunca te olvidé, un beso; tu hijita."
Carta a Domingo Villalba Pastrana, fusilado el 31/10/1939 en el Cementerio de la Almudena de
Madrid
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