martes, 28 de mayo de 2019

A Antonio del Moral


Las cosas que nunca te dije

Las cosas que nunca te dije son esas que ni siquiera yo puedo explicártelas con palabras. Las cosas de los sentimientos, las cosas del amor, el cariño y la nostalgia, esas que se sienten desde lo más adentro.

Te recuerdo y te digo todo aquello que quizás no te dije, pero que sabías y respetabas, en esta carta de despedida. 

No ha habido día en el que no he agradecido el poder encontrarte en mi camino y conocerte. Porque aunque ya no seamos los mismos, aunque esta sea una carta de despedida, yo no lo considero, porque no quiero hacerlo y porque creo que decirte adiós para mi es algo imposible.

Tu hija

Elisa del Moral a su padre Antonio del Moral

A Emilio Labarga y Godofredo

 

A mi abuelo Emilio y a mi tío Godofredo
que murieron por la libertad

Quiero decirles gracias porque hoy en día soy una mujer libre y que mis hijos son libres.
Libres de hacer, libres de hablar, libres de pensar, libres de votar.
A ellos y todos cuantos dieron sus vidas por ese ideal lo debemos.
Qué nunca nadie lo olvide.

Iris Labarga-Leclerc a Emilio Labarga y Godofredo Labarga
Un abrazo desde Paris.

A Ernesto Fernández



Carta de los hermanos Ernesto y Francisco Fernández para acompañar en el Monumento a los 3.000 fusilados en las tapias del cementerio del Este


Querido papá, tus hijos queremos enviarte un abrazo filial y amoroso, ahora que se quiere perpetuar en forma de monumento el sacrificio inicuo de vuestras vidas. Aunque por nuestra edad ya casi estemos fuera de tiempo, algo nos alienta a decirte el dolor y la añoranza que dejó en nuestras almas el crimen que se cometió contigo, dejándonos eternamente huérfanos. Ojalá nos volvamos a ver pronto.

Paquito y Ernestín a su padre Ernesto Fernández.

domingo, 26 de mayo de 2019

A Raimundo Cadalso



Después de la fiesta

Terrassa, mayo 2015

            Me lanzaste una mirada, de improviso, y las copas se cayeron de mis manos. No sé por qué me sentí como atrapada en falta, tal te estuviese siendo desleal de algún modo. Y sin embargo tus ojos no mostraban crítica ni reproche, sino la proximidad y ternura que acaso siempre me hubieses dispensado. Un vidrio se me hincó en el pie, descubierto, y la sangre empezó a brotar tímidamente. Tan culpable me sentía que, abrumada, ni me percaté del cristal clavado ni de la sangre que resbalaba. Papá salió de la cocina: “¿qué ha pasado?, ¿os habéis hecho daño?” Le miré sin poder balbucear palabra y cual sonámbula avancé para ir a buscar la escoba pisando los cristales. “Pero ¡hija!, ¡te vas a hacer daño!” Súbitamente le cambió el semblante: “¡si estás sangrando!... ¡Deja!, ¡no te muevas!, ya lo haré yo”.
            Me quedé inmóvil, como poseída por un encantamiento. Te miré y vi que sonreías contemplándome, “no es nada”, te dije. Y asentiste en silencio. Papá llegó con el yodo y las gasas, se arrodilló y sentí un pinchazo. Me mordí el labio. Y fue entonces cuando tus ojos se volvieron vidriosos y el diario se deslizó de tu falda.
            Me acerqué y delicadamente te tomé en mis brazos. Tu cuerpo, ya inerte, despedía el calor tibio de tu imposible abrazo tantas veces soñado; me sentí infinitamente afortunada de estar allí y de poder cerrar tus párpados… Papá lloraba mientras que Mamá y la Yaya se aproximaban desde el pasillo. No permití que nadie me separase de tu cuerpo al que solté poco a poco conforme tus venas se fueron estancando y tus músculos adquiriendo rigidez.
            Así, Abuelo, he imaginado tu muerte, en casa, con nosotros, durante una mediterránea madrugada de noviembre. Así la hubiese deseado.
 En memoria de los  demócratas fusilados en el Cementerio del Este, Madrid

Isabel Cadalso a su abuelo Raimundo Cadalso

viernes, 24 de mayo de 2019

A Eugenio Mesón



Carta a nuestro padre y abuelo Eugenio Mesón Gómez

Queridísimo padre, el 3 de julio del 41, hace ya 78 años, te fusilaron frente a la tapia del cementerio del Este, tenías 24 años, una juventud esplendorosa, plena de vida y de proyectos solidarios y socialistas.

El fascismo te arrancó la vida junto a tu esposa, tu hijo, tu familia. Eras para entonces secretario general de la JSU, la unión de las Juventudes comunistas y socialistas y tu joven figura de dirigente político se había engrandecido en la lucha antifascista y republicana hasta convertirte en una  gran esperanza, el dirigente más brillante y de futuro para el Partido Comunista de entonces. Tu trayectoria política y personal, tu inteligencia y tu lucidez te convirtieron en un símbolo y un referente para todos los comunistas y luchadores republicanos.

Querido Eugenio, yo, tu hijo, apenas te conocí. Guardo en el fondo de mi memoria una imagen tuya en la cárcel de Porlier, con 3 añitos, tu cara sonriente levantándome en tus brazos. Pero te he conocido profundamente a través de los relatos de mamá, de la abuela Paca, de Valía, Cheli y Antonio y de tus camaradas que te adoraban. Creo que te conozco más profundamente que nadie salvo tu compañera, mi madre Juana Doña, y también a través de tus escritos, de tu Bloc de la cárcel y tu carta de capilla que guardo como algo sagrado. Y este conocimiento me ha hecho quererte tanto como si nunca nos hubieran separado. Tengo 81 años y te quiero profunda y amorosamente.
Y creo que he transmitido ese cariño y ese recuerdo a tus nietos Alexis, Lina y Sonia, coparticipes de esta carta, que te llevan en su corazón...y también tus bisnietos.

Tu querida compañera Juana Doña, dedicó su vida al Partido, a vuestros ideales y a ti y a preservar tu memoria. Tuvo una larga vida de lucha revolucionaria, también fue feliz con la familia, conmigo y con sus nietos. Tu y  ella, ella y tú, sois nuestros referentes. Te alegrará saber que todos seguimos vuestros pasos y vuestra ideología, también luchamos contra el franquismo y sufrimos prisión tus sobrinos y yo.
Y las nuevas generaciones vuestras siguen siendo revolucionarios, solidarios y progresistas. ¡Estarías muy orgulloso!

Y el mundo y la humanidad avanzan con dificultad y contradicciones. pero avanzan, aunque prosiguen desigualdades e injusticias y la lucha de clases continúa. Será aún largo, pero avanzamos.

Sólo decirte que sigues vivo entre nosotros y entre muchísimas personas y entre las nuevas generaciones. Yo, tus nietos y bisnietos y tu familia te seguimos queriendo con pasión. Hasta siempre papá y yayo. Nuestros besos!

Alexis, Alexis jr., Lina y Sonia a Eugenio Mesón


martes, 14 de mayo de 2019

A Santos Mañes



Carta a Santos Mañes

Querido abuelo,

Soy tu nieto Carlos, uno de todos esos nietos a los que no pudiste abrazar. Soy el hijo de Carlitos, como te referías a mi padre en tu carta de despedida, desde la cárcel de Porlier, donde te recluyeron tus asesinos, los que te darían muerte después de haberte achacado el delito de adhesión a la rebelión. No cabe mayor cinismo que los sublevados os tacharan de rebeldes a vosotros, a quienes hicisteis todo lo posible para defender al legítimo gobierno, el de la República.

Tu carta, a la que he tenido acceso hace escasas semanas, me ha conmovido profundamente. La serenidad que demuestras en tus últimas horas de vida es extraordinaria. Tu conciencia tranquila por el deber cumplido. Tu asunción de que la defensa de la legalidad en los puestos que te encomendaron te cuesta la vida, lo que te llena de orgullo. Tu actitud es admirable y te sitúa a años luz de tus verdugos, en términos de valores, de honestidad y valentía, y deja el listón muy alto a quienes llevamos tu apellido.

Tu muerte dejó tanto dolor a tus hijos, que apenas hablaron de ti en toda su vida. Hasta hace bien poco, sólo sabía que te habían matado al finalizar la guerra. Que tenías una imprenta en Madrid, en la calle Conde Duque, donde te dedicabas a imprimir libros de texto para una orden religiosa. Que los mismos que te daban el trabajo te propusieron comprarte la imprenta y que tú fueras su testaferro. Que como te negaste, dejaron de darte trabajo y te arruinaron. Y poco más. Cuando preguntaba a mi padre más detalles sobre ti, se cerraba de dolor, y yo no me atrevía a ahondar, porque hay que respetar el dolor de quien te perdió cuando sólo tenía 9 años.

Después de décadas de silencio, hace poco más de dos años me propuse derribar esa barrera e indagar sobre ti. Las tecnologías de este siglo me han permitido avanzar rápidamente. Tu nombre sale en varios archivos, también en algún libro. Pude averiguar la fecha de tu nacimiento, la de tu muerte, que ni eso sabía, y he tenido acceso a los sumarios de la farsa legal a la que te sometieron. Todavía me falta mucho por investigar, pero ya tengo pistas que me permitirán seguir sabiendo de ti. Porque, aunque no te conocí, te añoro, porque crecí sin ti, cojo de un abuelo.

Tus muchos hijos salieron adelante, y mi padre siempre menciona con mucho agradecimiento a Doña Pilar, la médico de la Cruz Roja que los atendía. Ella se preocupó de buscarles sitio en un internado, y de que estudiaran algunos años, pocos, hasta que la necesidad les obligó a ponerse a trabajar, desde muy jóvenes.
Tu hijo Carlitos heredó de ti el oficio: trabajó hasta su jubilación en imprentas. Yo creo que saqué de ti, y de mi padre, la pasión por las letras, aunque mi madre, Julia, me cuenta que me viene de tu mujer, Dolores, que te sobrevivió veinte años. A tus nietos nos ha ido mejor que a tus hijos, gracias a su sacrificio, porque invirtieron su vida literalmente en nuestra educación. Debes saber que tienes nietos que son ingenieros, economistas, abogados, investigadores, arquitectos… Yo heredé de ti la pasión por la política: estudié sociología, y soy delegado sindical en la empresa en la que trabajo. Tal y como pedías a tus hijos en tu carta que llevaran sus trayectorias, sin yo saberlo hasta ahora, he procurado hacer: “con la brújula puesta hacia la clase trabajadora”.

Me gustaría poder contarte otra historia, pero desgraciadamente los fascistas se quedaron durante décadas con el poder. Hasta 1975 no murió el dictador, y sólo entonces se inició una transición hacia una democracia parlamentaria. Hecha bajo la bota de los militares, las heridas de la guerra se saldaron con una amnistía para los asesinos y el olvido para las víctimas. En lugar de abrir las fosas y osarios, y levantar las cunetas donde yacíais y seguís yaciendo, para honraros con digna sepultura, se optó por echar más tierra encima: la que acumula el tiempo.

Muchas otras personas me precedieron en la búsqueda de sus familiares asesinados y, gracias a ellos, he podido participar, el 13 de abril de 2019, en un acto de homenaje a todos quienes fuisteis asesinados en la tapia del Cementerio del Este, en Madrid. Mi intervención, contando tu historia, fue una manera de romper el muro de silencio que te rodeaba, y de reivindicar tu honestidad y tu sacrificio: “Por una sociedad mejor luché y caí”, decías en tu carta de despedida. Espero que el memorial en el que se está trabajando, próximo al lugar donde falleciste, sea pronto una realidad que sirva para rescataros públicamente del olvido al que algunos os querían condenar.

80 años después del fin de la guerra, los familiares de las víctimas todavía seguimos luchando para rescataros del olvido en el que los herederos políticos de vuestros asesinos os pretenden mantener sepultados. No lo conseguirán. Pasaron entonces, pero esta vez no pasarán.

80 años después, seguimos en la lucha, querido abuelo Santos.

Carlos Mañes a Santos Mañes Mañes

domingo, 12 de mayo de 2019

A Saturnino Andrés



Para ti abuelo Saturnino Andrés
Madrid, 12 de mayo de 2019
Sé por mi padre que tuviste con mi abuela Enriqueta siete hijos. Mi padre, de nombre Saturnino hacía el quinto de tus hijos y yo soy su hija Cristina que hago la tercera de los seis hijos que tuvo con mi madre, de nombre Rosa.
Sé que fuiste un hombre valiente y trabajador y que luchaste por tus ideas hasta el punto de perder la vida por ellas.
Sé, por qué así me lo hizo llegar mi padre, que mi tío de nombre Avelino murió en la Cuesta de las Perdices defendiendo Madrid en 1936.  Sé que tu hijo Tomás también estuvo perseguido y preso en el Penal de Valencia por esas mismas ideas y por ser miembro de la CNT.
Sé que cuando termina la guerra un vecino te denuncia, te detienen y no vuelves a tu casa, ni con tus hijos ni con mi abuela Enriqueta que delega en mi padre para que periódicamente te lleve unos paquetes a la cárcel. Después de algunos días un hombre le dice: "Chaval, no vengas más que tu padre ya no está aquí."
A mi abuela después de tu marcha la insultan y la rompen los cristales de la puerta de la casa preguntando por tu arma. Fueron unos años muy duros para la familia.
Aunque no te conocí para mí no ha sido así, he sentido que te he querido y te he llevado dentro de mi gracias a tu hijo Saturnino, mi padre, que mientras pasaba la vida se ha acordado tantas veces de ti y te ha llorado; siempre queriendo saber qué pasó contigo, dónde estabas...
Abuelo un día mi única hija Laura, que sabe algo de la historia, me llora y me dice que te ha encontrado. Fue un momento de alegría y de rabia porque ahora por fin se puede hablar y buscarte por unas personas que luchan para que no seáis olvidados jamás en la historia de este país.
Ahora sé que te fusilaron el 2 de diciembre de 1939 y estoy intentando saber todo lo que hicieron contigo, por mi padre, que hace ya cuatro años que se fue. Pero llegaré hasta el final por todo lo que me transmitió, porque abuelo yo ni perdono ni olvido todo lo que mi padre te ha llorado.
Cristina Andrés a Saturnino Andrés