Querido Ricardo
Soy su sobrina-nieta Gema, la hija de tu sobrina a la que tampoco llegaste a conocer. La nieta de tu hermana Vicenta. Te parecerá una locura, pero yo siento que te conozco desde siempre.
Me gustaría decirte tantas cosas, hay tantos recuerdos y sentimientos que se cruzan en mi mente que seguramente no sea capaz de expresarlos todos. He vivido desde pequeña con tu historia, contada por mi abuela, tu hermana y por mi madre, tu sobrina Elvira. Nunca se me ocultó el hecho de que te habían asesinado y he visto y vivido la pena y las lágrima después de tantos años, y el miedo. Tu hermana murió en el año 1993 y la misma mañana en qué murió habló de ti. Todavía recuerdo sus palabras: “Que pronto voy a ver a mi hermano y me va a decir dónde está”. Unas horas después ya estaba contigo. Todavía recuerdo su mirada antes de morir. Intentó decir algo y no la dio tiempo, el corazón se la paró pero siempre he tenido la seguridad de que era algo relacionado contigo. Ni tu madre, mi bisabuela Rosalía, ni a nadie se les permitió buscarte. Se les dejó claro que no preguntaran si no querían que los demás acabaran igual. Mi madre nació unos años después de que te asesinaran, pero recuerda perfectamente el miedo de tu madre y de tu hermana y de todos para obligarles a guardar silencio. Un silencio que pretendía hacer impunes a los criminales. Ese miedo duró muchos años.
Hace unos años le dije a mi madre que podríamos intentar saber más de ti pero el miedo que había vivido en su infancia a las represalias lo seguía llevando dentro. Todavía recuerdo a mi abuela y aún hoy lo sigue contando mi madre, que fueron a por ti porque un fascista, un malnacido dijo que no había sido suficiente, que había que vengar a los caídos del bando nacional y alguien le dijo “aquí tienes a este, a este y a este, que vayan a por ellos y te desquitas”, y entre ellos estabas tú. Tu asesinato fue producto del capricho de un criminal. El tuyo como el de todos. Alguien fue a avistarte para que te fueras porque oyó que iban a por ti y no quisiste irte, decías que tú no habías hecho nada para tener que irte, y era cierto, no habías hecho nada, pero para estos miserables no es necesario hacer nada. No puedo evitar sentir indignación, tristeza, rabia, pena.
Al saber ahora, ochenta años después de tu asesinato, donde estás he sabido también que es posible que exista alguna esperanza de recuperar tus restos. No sé si será posible, la verdad es que ya es algo muy importante el que seas recordado. Tanto a tu madre como a tu hermana las dijeron que se olvidaran, que nunca iban a saber dónde estabas, que no existías. Y ahora, ochenta años después de tu asesinato, he sabido dónde estás. No han conseguido que dejes de existir porque siempre se te ha recordado y siempre te hemos llevado en el corazón. ¿Sabes que la novia que tenías nunca volvió a tener otro novio? Eso siempre me lo contaba mi abuela y mi madre, que tu novia no quiso a nadie más que no fueras tú. Me imagino que por el tiempo que ha pasado ya volvéis a estar juntos, al igual que estás con tu madre y con tu hermana y quiero pensar que sonreís al ver que no han conseguido lo que querían, que era borrarte de la historia.
Te quitaron la vida y querían matar también tu recuerdo, pero eso no lo han conseguido, ni lo van a conseguir. Mientras a mí me quede voz vas a ser recordado, se va a conocer tu historia. Me siento muy orgullosa de ti. Me has dejado la mejor herencia que se le puede dejar a nadie, me has dejado honestidad, bondad, valentía, humildad, capacidad para sentir las injusticias y no callar ante ellas, entender que hay cosas en la vida que no se pueden ni se deben olvidar y que no existe el tiempo cuando se trata de hacer justica y que no dejar que caigas ni tú ni todos los que han sufrido y caído por la barbarie fascista en el olvido, es también justicia. Se os debe a ti y a todos los que han sido asesinados tan injustamente y tan cruelmente el recuerdo y el reconocimiento. Se os debe justicia. Nunca serás olvidado. Te quiero.
Gema Ruiz a Ricardo Agudo
No hay comentarios:
Publicar un comentario